Homilía diaconado Federico Ramirez

Ordenación Diaconal Federico Ramírez.

11-X-2024

El profeta Jeremías era un muchacho joven cuando el Señor le habló. Su proyecto futuro sería como el de tantos otros de su edad: suceder a su papá en las tareas del campo, del cuidado de los animales, formar con el tiempo su propia familia. Dios le comunicó que los planes que tenía para él eran otros: lo tenía elegido para que fuera su profeta, es decir para que hablara a la gente de parte de Dios.

Le dio muchísimo miedo; no se le ocultaba que lo iban a maltratar, que se metía en un gran lío. Lo único que logró decir fue: ¡Ah, Señor! Que no sé hablar, porque soy demasiado joven. Dios lo tranquilizó: ‘Yo te voy a señalar adónde ir, no les tengas miedo, yo estaré contigo para librarte de los peligros’, y añadió: ‘yo pongo mis palabras en tu boca’. Confió entonces en el Señor, se abandonó en sus manos, dispuesto al sacrificio que viniera. Jeremías descubrió el sentido de su vida, lo que la hacía valiosa; cambió su proyecto e vida: desde ese momento pasó a ser un joven Profeta del Señor; se prepararía rezando más, para tener los oídos bien abiertos a Dios.

Hay una frase famosa de un gran pensador cristiano, Santo Tomás de Aquino: omnes agens agit propter finem; todo el que actúa, el que se mueve, lo hace por un fin, se dirige hacia un fin. Cualquier persona algo quiere conseguir en su vida pensando que lo va a hacer feliz: formar una familia, tener un trabajo que le guste y le permita mantenerse, tener tiempo para lo que le divierte.

Tenemos fe, y es lógico pensar que Dios puede llenar nuestro corazón de amor y hacernos muy felices. Iba por la calle poco después de ser sacerdote, tenía menos de 30 años; una señora me dijo: ¿tan joven y es ya sacerdote? Qué pena. Qué pena la señora, rezo por ella, no entendía que Dios y el servicio a los demás pudiera hacerme feliz. Otra vez, iba con mi mamá, y una mujer me preguntó: ¿Es ya sacerdote?; y le dijo emocionada a mi mamá: la felicito señora; esta otra lo tenía más claro: la entrega a Dios y por Dios a los demás puede hacernos felices.

Todos nos movemos por un fin. Dios es capaz de hacernos más que felices, y servir a los puede hacernos muy felices. Cuántas personas van sin dirección por la vida, arrastrados por lo que le gusta en el momento, por el placer, escapando al esfuerzo; nada les llena, nada les da paz ni los hace realmente felices, no descubrieron a Dios.

Federico, vos experimentaste como Dios se metía en tu corazón, como te iba cambiando. Te fue orientando para que percibieras el llamado a cambiar tu proyecto de vida: ser sacerdote. De algún modo habrás escuchado que Jesús te decía: ‘no tengas miedo, voy a estar siempre con vos, serás mi instrumento para que muchos se acerquen a mí, pondré mis palabras en tu boca’.

Los llamados de Dios dan miedo porque pide como a Abraham empezar a caminar confiando en Él, sin saber exactamente como seguirá la aventura. ¿Cómo fue madurando en vos Federico la seguridad en Dios? No te enojarás si cuento un recuerdo: haberte visto muchas veces antes de que entraras en al seminario pasar largos ratos sentado en esos bancos frente al Sagrario. Así se mete Dios en un alma, cuando buscamos estar con él; da fuerzas, nos dice: no tengas miedo, nos da una felicidad que no se cambia por nada.

El Evangelio que se leyó cuenta que Jesucristo al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos como ovejas que no tienen Pastor. Le hacía sufrir a Jesús ver a tanta gente necesitada de escuchar la Palabra de Dios, necesitada de sentirse amada por Dios, sana de sus sufrimientos.

La misma compasión siente Jesús hoy en día por tanta gente que no conoce o está alejada de Dios; cuántos no encuentran sentido a su vida, no tienen felicidad porque la buscan en placeres que tantas veces corrompen. Jesús sufre porque ve a los que no lograron descubrir a un Dios que es Padre y comprende los sufrimientos y las dificultades, que quiere sanar las heridas del pecado, y llenar el corazón de esperanza y de alegría.

En un mundo con Dios bastante ausente crece fácilmente como una peste lo que procede del egoísmo, la ausencia de amor; se desatan las pasiones desordenadas, y el diablo no deja de aprovechar esos espacios. El Papa nos pide oraciones para que Dios ponga fin a tantos horrores en todo el mundo, las guerras tremendas y tantas otras aberraciones.

Jesús vio que es necesarios más gente al servicio de la Iglesia, por eso dijo: Rueguen al Dueño de los sembrados que envíe trabajadores a los sembrados. Dios escuchó la oración del pueblo que con su vida cristiana y con sus ruegos pide por las vocaciones, y por eso te habló a vos Federico. Te habló de modo discreto, respetando la libertad. Acercaste el oído, escuchaste el llamado, y ahora le volverás a decir: Aquí estoy, aquí estoy para amarte y para servirte toda la vida de modo exclusivo, asumiendo el celibato.

¿Serás capaz? El Señor dijo a los elegidos que fueran sin nada a la misión. ¿Qué significa esto? Lo que tenían que llevar para el camino no era comida ni ropa, sino la confianza en Dios: yo estoy contigo, como dijo a Jeremías, te lo dice a vos Federico.

Vas a asumir un compromiso para siempre. Somo frágiles, sólo es posible cumplirlo cuando se etá con Dios. ¿Habrá dificultades? Yo estoy contigo, dice Dios; lo que cueste te hará rezar más, será un modo de demostrar tu amor.

El amor lleva consigo servicio, entrega a los demás. Un diácono se compromete en especial a servir, y servir exige olvidarse de uno mismo, sacrificarse con alegría, como lo hacía Jesucristo. ¿No les parece que esto da felicidad?

En muchos sitios hoy la Iglesia celebra la Maternidad de la Virgen María. A ella te encomendamos Federico, también a tu padres que han colaborado con Dios para modelar tu corazón y están muy contentos. Le pedimos a la Virgen por tu familia que hoy te acompaña, por los sacerdotes y las religiosas, por las vocaciones que son tan necesarias, por los seminaristas, le pedimos por todos Uds. queridos fieles, por quienes están siguiendo esta Santa Misa por las redes sociales. Bajo tu protección nos acogemos santa Madre de Dios. Así sea